miércoles, 27 de julio de 2016

Texto de Locke para imprimir

LIBRO I
DE LAS NOCIONES INNATAS
CAPITULO I
NO HAY PRINCIPIOS INNATOS
1. La forma en que nosotros adquirimos cualquier conocimiento es suficiente para probar que éste no es innato.
Es una opinión establecida entre algunos hombres, que en el entendimiento hay ciertos principios innatos; algunas nociones primarias , caracteres como impresos en la mente del hombre; que el alma recibe en su primer ser y que trae en el mundo con ella. Para convencer a un lector sin prejuicios de la falsedad de esta suposición, me bastaría como mostrar (como espero hacer en las partes siguientes de este Discurso) de que modo los hombres pueden alcanzar, solamente con el uso de sus facultades naturales, todo el conocimiento que poseen, sin la ayuda de ninguna impresión innata, y pueden llegar a la certeza, sin tales principios o nociones innatos. Porque yo me figuro que se reconocerá que sería impertinente suponer que son innatas las ideas de color, tratándose de una criatura a quien Dios dotó de la vista y del poder de recibir sensaciones, por medio de los ojos, a partir de los objetos externos. Y no menos absurdo sería atribuir algunas verdades a ciertas impresiones de la naturaleza y a ciertos caracteres
innatos, cuando podemos observar en nosotros mismos facultades adecuadas para alcanzar tan facil y seguramente un conocimiento de aquellas verdades como si originariamente hubieran sido impresas en nuestra mente.
Sin embargo, como a un hombre no le es permitido seguir impunemente sus pensamientos propios en busca de la verdad, cuando le conducen, por poco que sea, fuera del camino habitual, expondre las razones que me hicieron dudar de la verdad de aquella opinión para que sirvan de excusa a mi equivocación, si en ella he incurrido, cosas que dejo al juicio de quienes, como yo, están dispuestos a abrazar verdad dondequiera que se halle.
2. El asentimiento en general constituye el principal argumento
Nada se presupone más comúnmente que el que haya unos ciertos principios seguros, tanto especulativos como prácticos, (pues se habla de ambos), universalmente aceptados por toda la humanidad. De ahí se infiere que deben ser unas impresiones permanenetes que reciben las almas de los hombres en su primer ser, y que las traen al mundo con ellas de un modo tan necesario y real como las propiedades que les son inherentes.
3. El consenso universal no prueba nada como innato
Este argumento, sacado de la aquiescencia universal, tiene en sí este inconveniente: que aunque fuera cierto que de hecho hubiese unas verdades asentidas por toda la humanidad, eso no probaría que eran innatas, mientras haya otro modo de averigüar la forma en que los hombres pudieron llegar a ese acuerdo universal sobre esas cosas que todos aceptan; lo que me parece que puede mostrarse.
4. Lo que es, es; y es imposible que la misma cosa sea y no sea.
Estas dos proposiciones son universalmente asentidas. Pero lo que es peor, este argumento del consenso universal, que se ha utilizado para probar los principios innatos, me parece que es una demostración de que no existen tales principios innatos, porque hay ningún principio al cual toda la humanidad preste un asentimiento universal. Empezaré con los principios especulativos, ejemplificando el argumento en esos celebrados principios de demostración, "toda cosa que es, es y de que es imposible que la misma cosa sea y no sea, que me parece que, entre todos, tendrían el mayor derecho al título de innatos. Disfrutan de una reputación tan sólida de ser principio universal que me parecería extraño, sin lugar a dudas, que alguien
los pusiera en entredicho. Sin embargo, me tomo la libertad de afirmar que esas proposiciones andan tan lejos de tener asentimiento universal, que gran parte de la humanidad ni siquiera tiene noción de ellos.
5. Esos principios no están impresos en el alma naturalmente, porque los desconocen los niños, los idiotas, etc....
Porque, primero, es evidente que todos los niños no tienen la más mínima aprehensión o pensamiento de aquellas proposiciones, y tal carencia basta para destruir aquel asenso universal, que por fuerza tiene que ser el concomitante necesario de toda verdad innata. Además, me parece caso contradictorio decir que hay verdades impresas en el alma que ella no percibe y no entiende, ya que estar impresas significa que, precisamente, determinadas verdades son percibidas, porque imprimir algo en la mente sin que la mente lo perciba me parece poco inteligible. Si, por supuesto, los niños y los idiotas tienen alma, quiere decir que
tienen mentes con dichas impresiones, y será inevitable que las perciban y que necesariamente conozcan y asientan aquellas verdades; pero como eso no sucede, es evidente que no existen tales impresiones. Porque si no son nociones naturalmente impresas, entonces, ¿cómo pueden ser innatas? Y si efectivamente son nociones impresas, ¿cómo pueden ser desconocidas? Decir que una noción está impresa en la mente, y afirma al tiempo que la mente la ignora y que incluso no la advierte, es igual que reducir a la nada esa impresión. No puede decirse de ninguna proposición que está en la mente sin que ésta tenga noticia y sea consciente de aquella. Porque si pudiera afirmarse eso de alguna proposición, entonces por la misma
razón, de todas las proposiciones que son ciertas y a las que la mente es capaz de asentir, podría decirse que están en la mente y son impresas. Puesto que si acaso pudiera decirse de alguna que está en la mente, y que ésta todavía no la conoce, tendría que ser sólo porque es capaz de conocerla. Y, desde luego, la mente es capaz de llegar a conocer todas las verdades. Pero, es más de ese modo, podría haber verdades impresas en la mente de las que nunca tuvo ni pudo tener conocimiento; porque un hombre puede vivir mucho y finalmente puede morir en la ignorancia de muchas verdades que su mente hubiera sido capaz de conocer, y de conocerlas con certeza. De tal suerte que si la capacidad de conocer es el argumento en favor de la
impresión natural, según eso, todas las verdades que un hombre llegue a conocer han de ser innatas: y esta gran afirmación no pasa de ser un modo impropio de hablar; el cual mientras pretende afirmar lo contrario nada dice diferente de quienes niegan los principios innatos. Porque, creo, jamás nadie negó que la mente sea capaz de conocer varias verdades. La capacidad, dicen, es innata; el conocimiento, adquirido.
Pero, ¿con qué fin entonces tanto empeño en favor de ciertos principios innatos? Si las verdades pueden imprimirse en el entendimiento sin ser percibidas, no llego a ver la diferencia que pueda existir entre las verdades que la mente sea capaz de conocer por lo que se refiere a su origen. Forzosamente todas son innatas o todas son adquiridas, y será inútil intentar distinguirlas. Por tanto, quien hable de nociones innatas en el entendimiento, no puede ( si de
ese modo significa una cierta clase de verdades ) querer decir que tales nociones sean en el entendimiento de tal manera que el entendimiento no las haya percibido jamás, y de las que sea un ignorante total.
Porque si estas palabras: «ser en el entendimiento» tienen algún sentido recto, significan ser entendidas. De tal forma que ser en el entendimiento y no ser entendido; ser en la mente y nunca ser percibido, es tanto como decir que una cosa es y no es en la mente o en el entendimiento. Por tanto, si estas dos  proposiciones: cualquier cosa que es, es, y es imposible que la misma cosa sea y no sea, fueran impresas por la naturaleza, los niños no podrían ignorarlas. Los pequeños y todos los dotados de alma tendrían que poseerlas en el entendimiento, conocerlas como verdaderas, y otogarles su asentimiento.
6. Los hombres las conocen cuando alcanzan el uso de razón.
Para evitar esta dificultad, se dice generalmente que todos los hombres conocen esas verdades y les dan su asentimiento cuando alcanzan el uso de razón, lo que es suficiente, continúan, para probar que son innatas.
A ello se puede contestar.
7. Las expresiones dudosas, que apenas tienen significación alguna, pasan por ser razones claras
para quienes estando prevenidos no se toman el trabajo ni de examinar lo que ellos mismos dicen.
Porque para aplicar aquella réplica con algún sentido aceptable a nuestro actual propósito tendría que significar alguna de estas dos cosas. O que, tan pronto como los hombres alcanzan el uso de razón, esas supuestas inscripciones innatas llegan a ser conocidas y observadas por ellos; o que el uso y el adiestramiento de la razón de los hombres les ayudan a descubrir esos principios y se los dan a conocer de modo cierto.
8. Si la razón los descubriera, no se probaría que son innatos.
Si quieren decir que los hombres pueden descubrir esos principios por el uso de la razón y que eso basta para probar que son innatos, su modo de argumentar se reduce a esto: Que todas las verdades que la razón nos puede descubrir con certeza y a las que nos puede hacer asentir firmemente, serán verdades naturalmente impresas en la mente, puesto que ese asentimiento universal, que según se dice es lo que las particulariza, no pasa de significar esto: Que, por el uso de la razón, somos capaces de llegar a un conocimiento cierto de ellas y aceptarlas; y, según esto, no habrá diferencia alguna entre los principios de la matemática y los teoremas que se deducen de ella. A unos y a otros habría que concederles que son innatos, ya que en ambos casos se trata de descubrimientos hechos por medio de la razón y de verdades que una criatura racional puede llegar a conocer con certeza, con sólo dirigir correctamente sus pensamientos por ese camino.
9. Es falso que la razón los descubra.
Pero, ¿cómo esos hombres pueden pensar que el uso de la razón es necesario para descubrir principios que se suponen innatos cuando la razón ( si hemos de creerlos ) no es sino la facultad de deducir verdades desconocidas, partiendo de principios o proposiciones ya conocidas? Ciertamente, no puede pensarse que sea innato lo que la razón requiere para ser descubierto, a no ser, como ya dije, que aceptemos que todas las verdades ciertas que la razón nos enseña son ciertas. Sería lo mismo pensar que el uso de la razón es imprescindible para que nuestros ojos descubran los objetos visibles, como que es preciso el uso de la  razón o su ejercicio, para que nuestro entendimiento vea aquello que está originalmente grabado en él, y
que no puede estar en el entendimiento antes que él lo perciba. De manera que hacer que la razón descubra esas verdades así impresas es tanto como decir que el uso de la razón le descubre al hombre lo que ya sabia antes; y si los hombres tienen originariamente esas verdades impresas e innatas, con  anterioridad al uso de la razón, y sin embargo las desconocen hasta llegar al uso de razón, ello equivale a decir que los hombres las conocen y las desconocen al mismo tiempo.
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12. Cuando alcanzamos el uso de razón, no llegamos a conocer esos principios.
Sí conocer y aceptar esos principios, cuando llegamos al uso de razón, quiere decir que éste es el momento en que la mente los advierte, y tan pronto como los niños llegan al uso de razón alcanzan también a conocerlos y a aceptarlos, esto es asimismo falso y gratuito. En primer lugar es falso porque es evidente que esos principios no están en la mente en una época tan temprana como la del uso de razón y, por tanto, se señala de manera falsa la llegada del uso de razón como el momento en que se descubre. ¿Cuántos ejemplos podríamos citar de uso de la razón en los niños, mucho antes de que tengan conocimiento alguno del principio de que «es imposible» que la misma cosa sea y no sea a la vez? Y gran parte de la gente analfabeta y de los salvajes se pasan muchos años incluso de su edad racional sin jamas pensar en eso, ni en otras proposiciones generales semejantes. Admito que los hombres no llegan al conocimiento de esas
verdades generales abstractas, que se suponen innatas, hasta no alcanzar el uso de razón; pero añado que tampoco lo hacen entonces. Esto es así porque, aún después de haber llegado al uso de razón, las ideas generales y abstractas a que se refieren aquellos principios generales, tenidos erróneamente por principios innatos, no están forjadas en la mente, sino que son, por cierto, descubrimientos hechos y axiomas introducidos y traídos a la mente por el mismo camino y por los mismos pasos que otras tantas proposiciones a las que nadie ha sido tan extravagante de suponer innatas. Espero demostrar claramente esto en el curso de esta disertación, Admito, por tanto, la necesidad de que los hombres lleguen al uso de razón antes de alcanzar el conocimiento de esas verdades generales; pero niego que cuando los hombres llegan al uso de razón, sea el momento en que las descubran.