¡¡Cuántas imágenes vienen a nuestro pensamiento al leer esta parábola!!
Corresponde a capítulo VIII de MOTIVOS DE PROTEO de Enrique Rodó. (uruguayo-1871-1917)
Señala los diferentes tipos de imágenes que aparecen.
jugaba
el niño en el jardín de la casa con una copa de cristal que, en el
límpido ambiente de la tarde, un rayo de sol tornasolaba como un
prisma. Manteniéndola, no muy firme, en una mano, traía en la otra
un junco con el que golpeaba acompasadamente en ella. Después de
cada toque, inclinando la graciosa cabeza, quedaba atento, mientras
las ondas sonoras, como nacidas de vibrante trino de pájaro, se
desprendían del herido cristal y agonizaban suavemente en los aires.
Prolongó así su improvisada música hasta que, en un arranque de
volubilidad, cambió el motivo de su juego: se inclinó a tierra,
recogió en el hueco de ambas manos la arena limpia del sendero y la
fue vertiendo en la copa hasta llenarla. Terminada esta obra, alisó,
por primor, la arena desigual de los bordes. No pasó mucho tiempo
sin que quisiera volver a arrancar al cristal su fresca resonancia:
pero el cristal, enmudecido, como si hubiera emigrado un alma de su
diáfano seno, no respondía más que con un ruido de seca percusión
al golpe del junco.
El
artista tuvo un gesto de enojo para el fracaso de su lira. Hubo de
verter una lágrima, mas la dejó en suspenso. Miró, como indeciso,
a su alrededor; sus ojos húmedos se detuvieron en una flor muy
blanca y pomposa, que a la orilla de un cantero cercano, meciéndose
en la rama que más se adelantaba, parecía rehuir la compañía de
las hojas, en espera de una mano atrevida. El niño se dirigió,
sonriendo, a la flor; pugnó por alcanzar hasta ella; y
aprisionándola, con la complicidad del viento que hizo abatirse por
un instante la rama, cuando la hubo hecho suya la colocó
graciosamente en la copa de cristal, vuelta en ufano búcaro,
asegurando el tallo endeble merced a la misma arena que había
sofocado el alma musical de la copa. Orgulloso de su desquite,
levantó, cuan alto pudo, la flor entronizada, y la paseó, como en
triunfo, por entre la muchedumbre de las flores
Sabia,
candorosa filosofía! -pensé-. Del fracaso cruel no recibe
desaliento que dure, ni se obstina en volver al goce que perdió;
sino que de las mismas condiciones que determinaron el fracaso, toma
la ocasión de nuevo juego, de una nueva idealidad, de nueva belleza
.. . ¿No hay aquí un polo de sabiduría para la acción? ¡Ah, si
en el transcurso de la vida todos imitáramos al niño! ¡Si ante los
límites que pone sucesivamente la fatalidad a nuestros propósitos,
nuestras esperanzas y nuestros sueños, hiciéramos todos como él!..
. El ejemplo del niño dice que no debemos empeñamos en arrancar
sonidos de la copa con que nos embelesamos un día, si la naturaleza
de las cosas quiere que enmudezca. Y dice luego que es necesario
buscar, en derredor de donde entonces estemos, una reparadora flor;
una flor que poner sobre la arena por quien el cristal se tornó mudo
... No rompamos torpemente la copa contra las piedras del camino,
sólo porque haya dejado de sonar. Tal vez la flor reparadora existe.
Tal vez está allí cerca ... Esto declara la parábola del niño; y
toda filosofía viril,viril por el espíritu que la
anima, confirmará su enseñanza fecunda.
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