LA
CIENCIA
Su
método y su filosofía
MARIO
BUNGE- filósofo argentino
1.
Introducción
Mientras
los animales inferiores sólo están en el mundo,
el hombre trata de entenderlo; y
el hombre trata de entenderlo; y
sobre
la base de su inteligencia imperfecta pero perfectible,
del mundo, el hombre intenta
del mundo, el hombre intenta
enseñorarse
de él para hacerlo más confortable.
En este proceso, construye un mundo artificial:
ese creciente cuerpo de ideas llamado “ciencia”,
que puede caracterizarse como conocimiento racional,
sistemático, exacto, verificable y por consiguiente falible.
Por medio de la investigación científica, el hombre
ha alcanzado una reconstrucción conceptual del mundo
que es cada vez más amplia, profunda y exacta
En este proceso, construye un mundo artificial:
ese creciente cuerpo de ideas llamado “ciencia”,
que puede caracterizarse como conocimiento racional,
sistemático, exacto, verificable y por consiguiente falible.
Por medio de la investigación científica, el hombre
ha alcanzado una reconstrucción conceptual del mundo
que es cada vez más amplia, profunda y exacta
2.
Ciencia formal y ciencia fáctica
No
toda la investigación científica procura el conocimiento objetivo.
Así, la lógica y la
matemática
—esto es, los diversos sistemas de lógica formal y los diferentes
capítulos de
la
matemática pura— son racionales, sistemáticos y verificables,
pero no son objetivos; no
nos
dan informaciones acerca de la realidad: simplemente, no se ocupan de
los hechos.
La
lógica y la matemática tratan de entes ideales; estos entes, tanto
los abstractos como
los
interpretados, sólo existen en la mente humana. A los lógicos y
matemáticos no se les
da
objetos de estudio: ellos construyen sus propios objetos. Es verdad
que a menudo lo
hacen
por abstracción de objetos reales (naturales y sociales); más aún,
el trabajo del
lógico
o del matemático satisface a menudo las necesidades del naturalista,
del sociólogo
o
del tecnólogo, y es por esto que la sociedad los tolera y, ahora,
hasta los estimula. Pero
la
materia prima que emplean los lógicos y los matemáticos no es
fáctica sino ideal.
– Un perfil crítico acerca de la labor científica –
Selección
de texto perteneciente a la obra “De
Arquímedes a Einstein. Las caras ocultas de la invención
científica”,
de Pierre
Thuillier.
“Los
científicos, con paciencia y repetidos esfuerzos, acaban por
escribir y explicar cada vez mejor determinados fenómenos. Tal vez
no lleguen a la Verdad absoluta (lo que, por otra parte, pondría fin
a la investigación científica), pero resuelven, con mayor o menor
exactitud, un gran número de problemas. Con el transcurso del
tiempo, se establece una selección de teorías. Aunque este saber
sea siempre parcial y susceptible de modificarse o cuestionarse,
resultaría vano impugnar radical y globalmente la fecundidad del
trabajo de los investigadores. Cualesquiera que sean los fallos, e
incluso los errores, la institución científica tiene, por decirlo
así, un funcionamiento positivo y un rendimiento apreciable. No se
trata, por consiguiente, de negar los méritos y los logros de «la
ciencia» y sus servidores, sino de adoptar cierta actitud crítica
ante la imagen que con frecuencia se ofrece. A pesar de los trabajos
notables realizados por gran número de historiadores de la ciencia,
siempre están en boga numerosos «mitos». Mitos que presentan el
«Método Experimental» como el único que garantiza casi
automáticamente el valor de los resultados obtenidos o, peor aún,
que hacen creer en la inmaculada concepción de las teorías, como si
los auténticos hombres de ciencia no tuviesen (y no debiesen tener)
creencias filosóficas, prejuicios, pasiones, fantasmas, etc. Sobre
todas estas cuestiones, que atañen «la imagen de la ciencia», es
posible la polémica.
La
objetividad, repetimos, constituye un ideal. ¿Quién no sueña con
una ciencia perfecta que muestre la naturaleza tal como es? Pero
estamos lejos de alcanzarlo. En concreto, el investigador se ve
obligado a correr riesgos, a apoyarse sobre determinada concepción
de la naturaleza, a postular relaciones que tal vez sean
inexistentes, a formular conjeturas audaces e incluso temerarias, a
«manipular» los hechos de forma a veces demasiado hábil. La índole
de vulgata epistemológica que oculta más o menos deliberadamente
estos aspectos de la realidad científica está orientada a ofrecer
de ésta una imagen halagadora y, por decirlo así, aseptizada: el
Sabio es un espíritu puro, frío, neutro y objetivo que se mueve en
un vacío cultural e ideológico perfecto.(…)
Siempre
se acaba llegando a la misma conclusión: el hombre de ciencia se
comporta como si no tuviese un "perfil psicológico"
singular; como si no tuviese una afectividad, pasiones, cultura,
convicciones personales heredadas de su ambiente, y su educación;
como si no tuviese historia ni, por supuesto, inconsciente.” [1]
[1] Thuillier,
Pierre; “De
Arquímedes a Einstein. Las caras ocultas de la invención
científica”; Alianza
Editorial; Madrid - España, 1990; p. 17-18 y 21.
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